¡Pendejito de mierda este vejete!! Es mi jefe, un hombre ya mayor de edad, abuelo y más raboverde que la chingada. Desde que empecé a trabajar como su secretaria no faltaba día que estuviera chingue y chingue con que si yo aceptara a darle mis encantos, estaría mejor económicamente… Tanto jodió que un día le dije que sí accedía, pero con ciertas condiciones. El vejete las aceptó y desde entonces un día a la semana nos vamos a un hotel de lujo, donde él pretende hacerme sentir como reina, con todo lo que me complace. Me compra ropa de lencería, me abrió mi cuenta en el banco, me da dinero en efectivo para mis caprichitos y yo sólo tengo que chuparle la verga, darle un pequeño show desnuda, abrirle mis piernas para que se pase horas y horas comiéndome el coño, que porque le gusta mucho, me dice. ¡Total que soy su amante, pero su dinero le cuesta al vejete!
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