Me gusta fajar con Agustín, el del puesto de los tacos del barrio próximo a mi colonia. Está tan bueno el cabrón, que nomás de verle sus pectorales cuando prepara los tacos, se me paran los pezones y me pongo caliente y húmeda del coño. Me valió madre estar casada y un día le propuse hacerme un favorcito en casa. El muy pendejo creyó que se trataba de alguna reparación y se presentó con su cajita de herramientas. Sorpresa que le di cuando le dije que el “problema” estaba en mi habitación a donde entró y de repente me empecé a desvestir, me acosté en la cama, me abrí de piernas bien excitada y al pobre no le quedó otra más que meter su verga entre mis piernas abiertas… ¡y a disfrutar!
- Compartir
-

-
