Cada vez que voy a la tienda de don Chuy a dejarle mercancía, no puedo evitar que se me pare la polla nomás de ver a su hija Lola, que tiene unas tetas y un culo de poca madre. La muy zorrita se hacía la difícil conmigo, hasta que un día accedió y nos fuimos a un campito cerca del pueblo a pasarla bien. Ah, qué bien folla la cabrona. No paraba de chuparme la verga, mientras yo aprovechaba para manosearle sus pezones que parecen cántaros de miel.
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