Mi cuñadita ya me traía ganas, pero yo me hacía de rogar, hasta que un día vino a casa cuando no estaba mi mujer y, sentaditos en la sala, viendo la tele, de pronto empezamos a juguetear un poco con palabras, miradas y de repente… ¡zas! la muy zorra ya estaba arriba de mi, besuqueándome, tocándome la verga, bajando mi zipper y… ¡que empieza a chuparme con mucha fuerza! Ah, pinche vieja… se nota que andaba necesitada porque me mamó mucho y hasta se tragó todo lo que solté.
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